lunes, octubre 17, 2005

Debut y despedida

Hace 20 años, cuando la casa estaba aún vacía, me dieron ganas de orinar. Mi mamá me dijo “Ve, estrénala”, y, rebosante de alegría, oriné por primera vez en lo que ya era mi casita. Entonces fui la primera, y sé que ahora fui también la última. Me quedé sentada más tiempo del necesario, grabando en mi mente el paisaje verde, tal y como lo vi la primera vez: el lavamanos del frente, la ducha, ya sin cortina, a la izquierda, el papel a la derecha, la palanca que no baja del todo. Mi cuarto fue azul, fue crema de mi abuela, fue rosado. La sala fue violeta, fue blanca (“bone white”, corregía mi mamá). El pasillo fue eternamente crema.

Esta mañana, antes de ir al trabajo, pasé por mi vieja casa. Sabía que los recogedores de basura debían haber pasado, puntuales, a las 5:30 a.m., pero tenía esperanzas. No quedaba nada de lo que había botado el día final. El piso parecía zona de emergencia. Desperdigados estaban los papeles y pequeñeces rotas que se escaparon de las cajas y nadie se dio el trabajo de recoger. Parecía un tapiz. Pude identificar la época a la que perteneció cada uno de los objetos que yacían. Eso era lo que quedaba de mi antigua vida. Basura desperdigada en la acera. Ahora hay que apechugar y seguir adelante.

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