martes, octubre 11, 2005

Ruidos extraños

Por la noche, pasan muchas personas por la ventana de mi cuarto, y no tengo sosiego. Casi todas, por alguna razón inexplicable, lleva llaves que suenan según caminan. Temo que en cualquier momento venga alguien y, con esas llaves, abra la puerta de mi casa. Además, oigo los carros pasar. Los miles de perros de la calle ladran cada vez que pasa alguien, y cuando me asomo a ver quién, veo a un hombre de aspecto dudoso caminando raudo o corriendo, cargando algo grande. No hay coquíes que se alboroten con la lluvia y me arrullen.

Por la mañana, cuando el sol no ha salido todavía, pasan los dominicanos con su bulla, gritándose saludos bajo mi ventana. Los niños corren hacia la escuela, haciendo sonar de manera exagerada sus zapatos relativamente nuevos. Las madres les pelean para que caminen. Los dueños del edificio remodelan los otros apartamentos con todo tipo de instrumento eléctrico y estruendoso. Mi mamá se escucha en la lejanía, con su voz de campana, metiéndose con todo el que pasa.

No tengo electricidad con la cual echar a andar los mitigantes de los ruidos extraños, para poder, por lo menos, acostumbrarme a ellos gradualmente.

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