lunes, mayo 08, 2006

Por sobre el hombro

Una historia para ti, Nicole Cecilia.

Cuando estudiaba el bachillerato, cogía todos los días la misma guagua a la misma hora, entre 6 y 6:30. Todos los días la cogía también un muchacho que, por su uniforme, supe que era mesero y supuse que se dirigía a Condado a trabajar a esa hora. Como la espera era larga e insoportable, yo leía o hacía tareas en la parada y en la gugua.

Una vez me di cuenta de que él cambiaba de asiento cuando yo entraba, para estar cerca de mí. Eventualmente, comenzó a sentarse siempre al lado mío. A veces miraba por encima de mi hombro, cosa muy fácil, para ver qué escribía. Una vez vencida esa flaca barrera de la privacidad, comenzó a tocarme el timbre cuando mi parada era la próxima. Yo aprovechaba y me tardaba más recogiendo o leía hasta el último segundo porque no tenía que preocuparme por estar pendiente a tocar el timbre. Yo me bajaba y él seguía su camino pensando en sabe dios qué.

Yo tenía novio y no me interesaba el muchacho. Es más, aquí estoy presumiendo cosas que a lo mejor ni eran ciertas; a lo mejor no le gustaba ni nada, sólo le parecía interesante la amistad silenciosa que teníamos. No sé si él alguna vez supo que yo sabía de sus atenciones. Coqueteé con la idea de escribir un cuento sobre nuestraa situación y dárselo en la mano cuando saliera de la guagua, pero nunca tuve tiempo. Una mezcla de que yo dejé de tomar la ruta a esa hora con tanta frecuencia y que no lo vi más después de un tiempo, nos separó.

Un día supe de él. Desde que abrieron el Macaroni Grill de Plaza las Américas lo veo, porque él es mesero allí ahora. Pero él no me recuerda. Es curioso que él era el que me prestaba atención a mí, pero soy yo quien lo recuerda.

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