lunes, junio 13, 2005

Puerto Rico: País ártico

Los ves temblando en los salones de clases, en las oficinas, en las bibliotecas, las guaguas, el centro comercial. Los ves abrigados hasta la barbilla, poco les falta para usar guantes. Se quejan, qué frío insoportable, traen frisas al trabajo.

Pero no les hables de subir la temperatura del termostato.

Hay un empeño en Puerto Rico de vivir en los 60 grados. Una obsesión. En verano se entiende, aunque nunca he visto la necesidad de helar el agua dentro de los vasos; con un poco de aire frío que circule, basta. Además, hace calor, pero también llueve constantemente. La lluvia trae una mezcla de vaporizo pegajoso afuera con frío adentro, y uno no sabe dónde meterse. De todos modos, esos cambios de temperaturas tan extremas (de 60 a 90) son malos para la salud. Pero en invierno…

Con este asunto del calentamiento global, donde los veranos duran más y son mucho más insoportablemente calientes cada año, la gente pierde de perspectiva el invierno. Mientras el verano se ensaña con los seres humanos en nombre de la Naturaleza, el invierno se rebela también. El año pasado, 2004, me consta que, en un pueblo en la montaña, la temperatura bajó a 50ªF. ¡50 grados! En la ciudad, la noche no subía de 75. Yo usaba un suéter a todas horas cuando salía a la calle. Vivo junto a la playa, donde suele ser más caluroso, y dormía con un cobertor grueso (relleno de plumón natural, nada menos), una sábana debajo, vestida y sin abanico ni aire acondicionado (no tengo). Y en medio de todo ese frío inusitado para el trópico, visitaba casas en áreas más altas donde a los habitantes les daba un patatús si el aire no estaba a to’ jender.

Y se lamentan comoquiera. Oyes a la gente gritar ¡Qué frío!, sus dientes chocando, sus huesos tiritando. Cuando viajan se quejan del frío pelú en otros países. Pero, ¿de qué se quejan? ¡Si se pasan ocho horas en la misma temperatura, y con menos ropa!

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