sábado, junio 11, 2005

Una casa llena de insectos

Los más grandes son las cucarachas, y gracias a Dios, porque ya bastante grandes son. Las adolescentes no son muy comunes; las más abundantes son las Marca Diablo, de dos y hasta tres pulgadas. Vuelan y no vuelan, pero cuando vuelan siempre janguean en grupos, de noche, aleteando todas juntas para mi terror. Precisamente esta tarde pensaba yo que he tenido la dicha de ver una albina, hace muchos años, cuando era pequeña. Se comen la ropa, la suela de los zapatos, los libros... Cuando dejo un linograbado a secar de la noche a la mañana, al despertar el papel está en blanco; parece que la tinta Speedball de agua es apetitosa. Creo que alguna vez me llevé un polizón a la escuela.

Luego están los mimes que crían larvas blancas en la caca de mi coneja o debajo de las bolsas de basura. Una vez encontré una araña mediana que me dio la experiencia de ver por primera vez cómo se encogen al morir. En el baño habitan unas moscas inofensivas del tamaño de los mosquitos, pero con dos alas grandes. Sólo ahí están y no sé qué las atrae. Hay un insecto que nunca he sabido qué es, grande y negro, cuando está quieto mueve una única antena. Si es peligroso, estoy jodida, porque nunca me ha dado por matarlo. A los únicos que me molesto en matar son las cucarachas. Malditas.

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